3 bandidos del porfiriato que abonan al narcocorrido

De acuerdo con el académico Juan Carlos Ramírez-Pimienta, Mariano Reséndez es el único contrabandista fronterizo del siglo XIX que se ha conservado en el corrido hasta nuestros días como héroe en la memoria popular (Cantar 23). Y a nuestro juicio su figura también contribuye a confirmar que tras Las guerras de Reforma y la Intervención Francesa, el corrido épico giró hacia el corrido picaresco. Reséndez nació en 1860 en Tamaulipas y, siendo aún muy joven, “ya era conocido, respetado y temido como contrabandista por antonomasia en la región, al mando de una numerosa banda de traficantes” (ídem) que se había desarrollado en una región de emporios agrícolas, ganaderos y mineros, “según el modelo cercano del capitalismo triunfante de Estados Unidos” (56). El contrabando de Reséndez dista mucho de las prácticas actuales, puesto que fue contrabandista de productos de Estados Unidos a México, no como sucede ahora con el narcotráfico. Sus productos de contrabando eran telas, ropas y especias, rubros que no eran ilegales, pero que estaban vetados por el gobierno de Porfirio Díaz. Este veto proliferó el fenómeno del contrabando para muchos de los habitantes en la frontera, a quienes “les parecía que lo que el gobierno federal le interesaba era precisamente defender los intereses del comercio capitalino y del puerto de Veracruz” (23), pero no así el de Matamoros. Siendo la frontera México-Estado Unidos relativamente reciente y mucho más porosa que en la actualidad, el fenómeno del contrabando entre muchos de los habitantes fronterizos no era claramente concebido como un delito, sino más bien como una oportunidad que brindaba “una consecuencia natural del contexto geográfico” (22). El contrabando fue de gran práctica y tanto Reséndez como otras familias se volvieron acaudaladas con este comercio ilícito, llegando incluso a ser prominentes personalidades en la región, como lo fue Evaristo Madero, el abuelo del prócer revolucionario Francisco I. Madero (ídem). El corrido de Mariano Reséndez[1] tuvo una gran popularidad en la región. Por sus hazañas, éste destaca en la compra corruptiva de las autoridades aduaneras mexicanas, a quienes “teniéndolos en lista” garantizaba el paso del contrabando. Así lo dice el corrido:

“Empleaditos de Guerrero,/ a todos los llevo en lista/ Ya no morirán de susto,/ ya murió el

contrabandista/. Ya con ésta ahí me despido,/ cortando una flor de mayo/ Aquí se acaban

cantando/ los versos de Don Mariano”.

Notamos la astucia del corridista, quien ironiza que, al morir don Mariano, ya no morirán del susto que causaba su aparato intimidatorio, sino que, suponemos, al no contar con su “tajada” podrían morir de hambre. En concreto, podemos decir que Mariano Reséndez fue un precursor para establecer rutas y métodos de contrabando que periódicamente serían reutilizados; por ejemplo, décadas más tarde, para traficar armamento para la Revolución mexicana y eventualmente para contrabandear tequila de sur a norte durante el Prohibicionismo en los Estados Unidos. En definitiva, Reséndez representa la figura que sintetiza los imaginarios de la frontera y que, efectivamente, van a constituir permanentemente un locus enunciativo en las relaciones sociales entre México y Estados Unidos y, eventualmente, sumar una matriz cultural al narcotraficante.

Por otra parte, el arquetipo del valiente transfigurado en héroe corridístico fue el sinaloense Heraclio Bernal[2], de quien, teniendo en cuenta a Catherine Héau- Lambert, éste fue primero un pronunciado y un guerrillero anti-porfirista, y luego “se convirtió en salteador de caminos con gavilla propia” (168) que operaba en los terrenos montañosos de Sinaloa y Durango. La leyenda de Heraclio Bernal decía que tenía la particularidad de seleccionar a sus víctimas atacando sólo a los representantes del poder y del dinero, esto le valió transfigurar su imagen en la de un “bandido generoso”, un Robin Hood que justificaba sus hurtos entregando parte de su botín a los pobres. Partidario de Juárez, Bernal fue un pronunciado considerado “un héroe justiciero” en lo popular, el cual encarnó la inconformidad social y la resistencia contra la dictadura porfirista; en ese sentido, también se le considera “un pronunciado” proto-revolucionario.

Relativo a la tradición del corrido, consideramos basal lo apuntado por Héau-Lambert, al sostener que la trayectoria de Heraclio Bernal establece desde entonces la morfología y atributos de lo que en lo popular va a ser considerado como un hombre valiente, el cual va a ser entendido como unbandido queesencialmente se define “como un desobediente civil frente al gobierno, en nombre y a favor de su comunidad” (166) [3]. Esta morfología responde a una fórmula de cinco episodios que se repetirán en otros bandidos valientes con la siguiente secuencia:

1) la valentía [se activa] ante una afrenta inicial y se representa en coraje frente al enemigo, el peligro y la muerte, que en el marco de un riguroso código de honor puede recurrir a la venganza; 2) su antagonista por antonomasia es el gobierno, representado por sus aparatos represivos, los rurales o federales –o “los rinches” en el caso de los corridos de bandidos fronterizos–; 3) su destino es invariablemente trágico, ya que muere siempre a traición, sea en una emboscada, sea en combate desigual con las fuerzas del gobierno, sea delatado por su propio compadre o por una mujer; 4) finalmente, después de su muerte, como todos los héroes, pasa a la inmortalidad a través de sus corridos[4].

Para complementar la triada de bandidos que se proyectarán un siglo más tarde en los imaginarios de la narcocultura, proponemos la figura de Jesús Malverde, cuya leyenda puede ser vista como un calco en dos dimensiones: por un lado, siguiendo la trayectoria de Bernal como un “bandido generoso” y un “valiente”, y, por otro, en la forma que más ha prevalecido y llegado a nuestro días, que no es tanto como héroe corridístico, sino con el estatus de una santidad apócrifa dadora de favores a devotos que sufren de “causas perdidas”. Efectivamente, estudiosos han reiterado los calcos que Malverde ha hecho de los atributos de San Judas Tadeo. El culto a Jesús Malverde, si bien en nuestros días se le ubica en el seno de la narcocultura, el origen de su devoción radica entre miembros de sectores populares y marginados: entre los migrantes, los pobres, los presos, o todo aquel que se ubique al margen de la ley. En esencia, para quienes han estudiado el fenómeno de Malverde y su devoción vernácula, no dejan de sugerir que representa un grito desesperado que emana del corazón mismo de sectores micropolíticos. Que tras su muerte por las fuerzas porfiristas en 1909 (el último bandido del Porfiriato), Malverde iniciaría con su culto en Culiacán[5], culto que para 1920 ya era venerado en las regiones norteñas, donde era conocido como “El Ángel de los Pobres” o “El Bandido Generoso”. No será entonces sino hasta 1970 que empezó a ser solicitado en “mandas” por el narcotraficante para “proteger” el flete de sus contrabandos de droga a lo largo de toda su trayectoria hasta “el gabacho”, que es como se codifica en corridos a los Estados Unidos.  Históricamente, Malverde no tuvo como bandolero una relación directa con el contrabando de drogas, al menos no en su versión popular original, sin embargo desde la novela histórica se le ha ubicado –previo a volverse bandolero– como cuidador armado de sembradillos de amapola pertenecientes a propietarios chinos, a quienes se les atribuye haberla introducido en México, cuando inicialmente llegaron como obreros de la construcción del Ferrocarril del Pacífico[6]. La región montañosa sinaloense resultó ser el mejor lugar para desarrollar la siembra de la flor de amapola. De acuerdo con Manuel Esquivel, en su novela Jesús Malverde, sostiene que: “En la aldea de los chinos su labor consistía en vigilar los sembrados de amapolas, que a pesar de su delicada belleza no servían, como pensó Jesús en un principio, para vender como adorno, sino que eran materia prima para la fabricación de opio” (43).  Esto desde el campo de la ficción no determina que Malverde haya sido narcotraficante, aunque pueda sugerirlo, pero no deja lugar a dudas que su leyenda, su región y su tradición de bandidaje es la veta donde precisamente se configurará en décadas posteriores la figura del buchón[7]. En último término, tanto Bernal como Malverde no solo establecen una morfología y una forma que le va ser idónea a otros bandidos del siglo XIX, sino que también ya podemos considerar que “operaron” en la región que, medio siglo más tarde, dará forma a la figura del narcotraficante (buchón), esto es, en la sierra sinaloense y en particular las regiones montañosas que, medio siglo más adelante, la DEA (Drug Enforcement Agent) bautizaría con el nombre del Triángulo Dorado, por la extendida tradición en producción de sembradillos de la flor de amapola y mariguana.

A modo de colofón, en su campaña de “Progreso” durante el porfiriato se instalaron en el país otras formas musicales de origen extranjero. De estos géneros, la polka ocupó un lugar privilegiado en la sociedad porfiriana. Fue éste, a su vez, un género distintivo en las regiones norteñas (Moreno Rivas16), donde medio siglo más tarde se habrá aclimatado y hecho asimilar en la música norteña; no obstante, a finales del siglo XIX, y en la apoteosis que alcanzó el corrido durante la Revolución de 1910, el corridista lo hará principalmente a través de la guitarra y la guitarra-sexta, o por el guitarrón y el arpa. Siglo de la construcción de la nación, así como un siglo de bandidaje, podemos resumir que el periodo decimonónico revitalizó el estatus de los paradigmas de los cantos épicos y el relato picaresco que engloban contextos, en el que:

“[s]on las guerras, las revoluciones, las asonadas y los cuartelazos los que dan ocasión a que surjan los cantos guerreros, las canciones de campamento, los corridos en que quedarán consignadas hazañas, victorias y derrotas de innumerables héroes en las canciones insurgentes del Bajío, de la costa Sur; en las coplas satíricas de los yanquis invasores, en las glosas en décimas en que se hizo burla y escarnio de Su Alteza Serenísima, en las canciones de las guerras de Reforma, y aquellas que nacieron bajo la opresión francesa del segundo Imperio (131).

A través de estas coyunturas, los combates y las rebeliones no van a dejar de ser una constante para que corridos oportunos registren y señalen la parte épica de los combates, de las proezas de los ejércitos, o bien el de las hazañas de valientes, rebeldes cabecillas o pronunciados que, por igual, afrontan con desdén la muerte en combate contra todos los gobiernos, o bien por ser bandidos habiendo sido antes soldados u hombres del campo que han llevado una absoluta independencia en contra de las leyes. En la próxima década, esta colisión de fuerzas, de gente brava y desalmada, desplazará un campo semántico y político devenir de gavillas en revolucionarios.


[1] El corrido de “Mariano Reséndez”:

“Año de mil novecientos,/ dejó un recuerdo muy grande,/ murió Mariano Reséndez, lo mató Nieves Hernández.// Le iban a quebrar la puerta,/ cuando llegó el otro hermano/ con ansias le preguntaba,/ dónde se halla Don Mariano//José María Reséndez,/ su contestación fue buena,/ Señores yo no sé nada,/ yo vengo de Santa Elena.// El carro donde iba Mariano,/ iba rodeado de lanzas,/ Decía Mariano Reséndez,/ no pierdo las esperanzas/ como le tuvieron miedo,/ que recibiera algún cargo/ lo mataron entre medio, de Agualeguas y Cerralvo// Decía Mariano Reséndez,/ al pie de su contrabando/ venga a llevar indiana,/ se las estoy regalando// Empleaditos de guerrero,/ a todos los llevo en lista/ Ya no morirán de susto,/ ya murió el contrabandista// Ya con ésta ahí me despido,/ cortando una flor de mayo/ Aquí se acaban cantando/ los versos de Don Mariano”.

[2] Existen también casos de otros bandoleros sociales fronterizos como Juan Nepomuneco, Tiburcio Vázquez, (Cheno) Cortina, “El Bandido Rojo del Río Grande” y también Joaquín Murrieta, de quien su leyenda es la reacción del bandolero que responde a la segregación y al racismo en San Francisco, California. De acuerdo con María Herrera Sobek, éste representa la frustración y el coraje de un pueblo oprimido que busca liberación elemental (en Valenzuela 33).

[3] Héau-Lambert clarifica que el tipo de valiente que establece Bernal no corresponde al tipo de macho fanfarrón, irreflexivo y suicida, que sería posteriormente evocado en el cine clásico mexicano, ni el reencarnado en las canciones de José Alfredo Jiménez; tampoco responde a la concepción romántico-liberal del héroe del siglo XIX; sino que el atributo fundamental del valiente estaríatrazando a unas hazañas sociales pre-revolucionarias con un carácter jocoso y picaresco, acciones con las cuales va a sortear su suerte hasta ser traicionado por un compadre o una mujer, deviniendo así su asesinato por las fuerzas del gobierno (160).

[4] El corrido de Bernal es un extenso corrido de al menos 30 cuartetas octosílabas. Acá ofrecemos un extracto de una de las versiones ofrecidas por Vicente T. Mendoza:

“Año del noventa y cuatro/ Y puerto de Mazatlán/ Por primera vez se canta/ La tragedia de Bernal,/ Heraclio Bernal decía/ En su caballo alazán/ Que había de ser el jefe/ Del puerto de Mazatlán.// Heraclio Bernal decía,/ Cuando iba para Saucillos,/ Que en la bolsa tenía plata/ Y en la cintura casquillos./ Heraclio Bernal decía,/ Cuando iba para Sonora: –Este cuero que aquí traigo/ Lo quiero para tamora–./ Vuela, vuela, palomita. // Y di subida al nopal,/ Que diez mil pesos ofrecen/ Por la vida de Bernal.// Una familia en la sierra/ Estaba muy arruinada/ Y le dio quinientos pesos/ Para que se remediara.// Heraclio Bernal decía, /Cuando encontraba un arriero,/ Que él no robaba a los pobres; Antes les daba dinero. /[…] ¡Ora, ricos de la costa,/ Ya no morirán de susto;/ Ya mataron a Bernal,/ Ora dormirán a gusto…”. (Mendoza 142-143)

[5] Existen en la actualidad templos a Jesús Malverde en los Estados de Tijuana, Chihuahua, Ciudad de México y en Los Ángeles, pero su capilla principal está en Culiacán, precisamente al lado del Palacio Municipal, donde cuenta la leyenda fue ahorcado de un árbol de mezquite y expuesto por autoridades como escarnio y con pena de castigo a quien le diese sepultura.

[6] Señala el periodista Ioan Grillo que desde 1860 los obreros chinos viajaron en vapor a Sinaloa para trabajar en el ferrocarril y en las minas. Siguiendo su costumbre, los emigrantes chinos llevaron adormideras, goma y semillas para la larga travesía del Pacífico. La árida tierra de la sierra madre resultó un suelo ideal para que prosperaran las adormideras asiáticas. Luego, un estudio encargado por el Gobierno mexicano en 1886 señalaba ya que la adormidera era parte de la flora de Sinaloa (48).

[7] El corrido a Jesús Malverde no es un corrido de la época, sino una posterior interpretación hecha por Los Cadetes de Linares, ya en música norteña. Sin hacer referencia a drogas y solamente aludidos sus contextos con eufemismos, el corrido es la visita de un narcotraficante a la capilla de Malverde, ya éste vuelto el santo protector del trasiego de drogas, y por la petición del “favor”, dador de plazas:

“Voy a pagar una manda/ al que me hizo un gran favor / al santo que a mí me ayuda / yo le rezo con fervor / y lo traigo en mi cartera / con aprecio y devoción. //Algún tiempo ya tenía/ que no venía a Culiacán/ a visitar tu capilla / y a venerar este altar / tú sabes que no podía/ por las broncas que uno trae. // Me fue muy bien todo el año / por eso ahora vengo a verte / de Culiacán a Colombia/ que viva Jesús Malverde / Este santo del colgado / me ha traído buena suerte. // Tu imagen tiene una vela / siempre prendida en tu honor / y cargo yo tu retrato / por donde quiera que voy / especialmente en mis tratos / cuento con tu bendición. // Pese a que tanto te rezo / yo nunca te pido nada/ humildemente hoy te pido / solo Juárez y Tijuana / una parte de Guerrero / y la sierra de Chihuahua. // Dejo mi suerte en tus manos / tu milagrón generoso / yo volveré hasta el otro año // por no ser tan encajoso / gracias por lo que me has dado / Y por ser tan milagroso”.

[8] “The introduction of the accordion in peasant ensembles in northeastern Mexico during the late 1920´s and early 1930´s  coincided with the development of the radio and film industries in Mexico City and the availability of portable recording technology on the Texas side of the border” (Ragland 51). Narciso Martínez fue el primer acordeonista grabado por Bluebird. Nacido en Reinosa, Tamaulipas, Martínez vivió casi toda su vida en San Benito, Texas. [Why mention these musicians here?]

[9] “Early corridos has lasted twenty minutes or more depending on the singer´s elaborations on the storyline, but songs were shortened to the three minutes requires by 45 rpm vinyl recordings” (Ragland 9).