Sí, el acordeón en “Incómodo” de Tito Doble P

Hace dos meses salió la ópera prima de Tito Doble P, su albúm titulado Incómodo nadie se lo esperaba, y sin embargo, todos lo esperaban. Las plataformas quedaron aturdidas, los oyentes embelesados. Un mes le llevó al disco y sus rolas echar raíces en TikTok, donde muchachos de prepa se atreven a crear sus propias historias vernáculas, como si cada acorde les hubiera contado un secreto de despecho (“El Lokerón“), o una escena de vagancia y desafío (“Primo“). Pero, ¿de verdad fue una sorpresa? Los rumores del álbum llevaban más de un año fermentándose en las redes, se anticipaba su llegada con la misma certeza con la que se espera una tormenta en tiempos de sequía, si pensamos en lo ansioso por consumir y descartar que caracteriza al público del Regional. En el gusto de su audiencia, Incómodo no solo fue tormenta, se ha quedado hasta hacer inundación. ” Album completo “Incómodo)

Sin embargo, el verdadero asombro no radica en su aparición, sino en su sonido. Incómodo no es solo un álbum; es el eco de un género que ha recorrido en pocos años el trayecto desde Ariel Camacho y su sierreño hasta la revolución del sierreño tumbado de Natanael Cano con El de la codeína. A lo largo de este viaje, el género fue sumando elementos: el bajoloche de Eslabón Armado, así como las exploraciones de Junior H con el tololoche (“En la peda”); y ya de antes, las charchetas de Luis R. Conriquez (“El Búho”), y lel trombón que Peso Pluma trajo consigo (“Ella baila sola“), todos marcando su propia huella en el sonido de la época.

Pero el acto de Tito Doble P tiene un matiz distinto. En medio de ese desfile de sonidos, él se detiene, mira hacia atrás y recoge el acordeón, ese instrumento que lleva consigo el aliento de la música norteña. Y lo hace no como un capricho, sino como un acto poético, un gesto de reconciliación. Donde otros coqueteaban con el ritmo de la banda sinaloense (“AMG”), Tito vuelve a las raíces norteñas y encuentra en el acordeón el eslabón perdido que une dos mundos, el sierreño y el norteño, como si dijera: “Ay, Mamá…aquí caben todos!”


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