“Coitus interruptus” del corrido: la pausa forzada y la mutación de Netón Vega

Por Martín Mulligan
martinmulligan.com

La guerra intestina entre mayos y chapitos —ese desacuerdo silencioso que se desborda en ráfagas breves de violencia quirúrgica— ha provocado un coitus interruptus en la industria del corrido. Los corridistas pop de la actualidad, acostumbradas a soltar disco tras disco como si las plataformas exigieran adrenalina semanal, se han topado con un muro nuevo: visas suspendidas, sanciones federales y multas estatales en México. El escenario político se estrechó y obligó a los cantantes a dejar de mirar hacia el cerro para mirar hacia el suelo.

Peso Pluma, El Nata, Tito Doble P, Junior H y, sobre todo, Netón Vega, han sentido la presión de este nuevo régimen de vigilancia. No se trata solo de censura: es un reacomodo geopolítico. La transición entre López Obrador y Claudia Sheinbaum coincidió con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, creando un corredor político insólito donde la cooperación entre ambos países, aunque poco celebrada, es determinante para la lucha contra el narco.

Claudia ha permitido —como gesto inédito— que aviones espía estadounidenses sobrevuelen el noroeste mexicano, entre el Mar de Cortés y las faldas de Sinaloa, con la intención de desarticular a los responsables de la crisis de violencia. No se salva nadie: ni Guzmán ni Zambada. Los más golpeados, evidentemente, han sido los Chapitos, quienes sostenían la cima del modelo empresarial del narco contemporáneo y la estética musical que orbitaba a su alrededor.

En este contexto, Netón Vega, la gran promesa de los corridos tumbados, vio su trayectoria frenada en seco. Pero quizá “frenada” no es la palabra: más bien, puesta en pausa, como un rifle caliente que se deja enfriar antes de volver a cargarlo. Y en esa pausa, en ese silencio forzado, Netón mutó.

Su nuevo álbum Delirium (noviembre, 2025), el segundo en un mismo año —tras Mi vida y mi muerte— revela esta metamorfosis. Si el primer disco era un retrato de cartuchos tirados y compromisos postergados —escrito antes de que el cambio de gobierno y el regreso de Trump reconfiguraran la atmósfera—, Delirium es otra cosa: un giro hacia un dembow-reguetón oscuro, sensual, eléctrico, una pulsación que no huele a club, ni a sierra, ni a la Avenida Obregón de Culiacán.

Este viraje no es casualidad: es síntoma. Cuando el corrido queda bajo sospecha, el ritmo más urbano se vuelve refugio. Y Netón, que siempre ha tenido un radar finísimo para la vanguardia, lo supo leer. Su exploración sonora reciente, incluida su conexión con Benny Blanco —el esposo de Selena Gomez—, confirma que no es un cantante improvisado sino un lector de sonidos globales.

Netón es ya un icono sexual y un compositor que moldeó buena parte de la veta creativa del corrido tumbado. Hoy lo reinventa alguien —o él mismo—, pero el resultado merece observación: no es un escape, es una mutación estratégica.

Puede que no esté transformando el corrido como parecía predestinado, pero está construyendo otro camino: primero las discotecas de México, luego las de Estados Unidos, y después, si todo se le alinea, quizás el mundo entero.

El corrido está en pausa. Netón no. Netón está en tránsito. Y a veces, en la música como en la política, la pausa es la incubadora de lo que viene.


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