El corrido entre la épica, el amor y el marketing: la astucia del regional mexicano

A lo largo de su historia, el corrido ha sido un género musical que combina narración, memoria popular y aguda crítica social. En México, desde los tiempos del bandolerismo en la Pax Porfirista, hasta las gestas revolucionarias o las crónicas del narco en los 2000, el corrido ha sido el medio por excelencia para contar lo que otros medios censuran o ignoran. Sin embargo, para el corrido, su camino hacia la radio y la industria formal de la música nunca fue sencillo.

Durante décadas, los grupos de música regional mexicana que querían difundir sus corridos se enfrentaron a una barrera crucial: las estaciones de radio se negaban a transmitirlos por considerarlos demasiado crudos, violentos o comprometidos políticamente. La estrategia para burlar esta censura fue tan ingeniosa como efectiva: utilizar las baladas románticas como caballo de Troya. Los artistas se presentaban en entrevistas, moderaban su lenguaje, promocionaban sus canciones de amor, y así ganaban acceso a las ondas radiales y al gusto del público. Sin embargo, detrás de esa fachada romántica, el alma del corrido seguía intacta. Los conciertos en vivo y los álbumes completos ofrecían el verdadero contenido: la narrativa popular que hablaba desde y para el pueblo, especialmente para la clase trabajadora transnacional que se mueve entre México y Estados Unidos. Paradójicamente, fue en EE.UU. —y no en México— donde el corrido encontró una apertura más generosa. Grabado en Los Ángeles, distribuido en swap meets, pulgueros y tianguis, el corrido se mantuvo vivo gracias a la diáspora mexicana. De hecho, fue la estación radial La Que Buena, en Los Ángeles, la primera en apostar por transmitir corridos al aire. El impacto fue inmediato. Así, en ese santuario sonoro que fue el sur de California, el corrido no solo sobrevivió, sino que se reinventó.

Esta dualidad ha acompañado siempre al género. Desde su forma narrativa —mezcla de épica y sentimiento— hasta su forma de subsistir en la industria, el corrido ha sido maestro del disfraz. La música regional mexicana ha entendido mejor que nadie que, para sobrevivir en los márgenes y dentro del sistema, hay que dominar ambas lenguas: la del amor y la del peligro.

Hoy, los corridos tumbados han llevado esta tradición a su máxima expresión. En la era digital, los algoritmos han reemplazado a los locutores, pero la fórmula se mantiene: el corrido se adapta, se actualiza, se viste de trap o de balada acústica si es necesario. Desde el 2022, su impacto ha sido global. Más que en tiempos revolucionarios, más que en los años del movimiento alterado, los corridos tumbados han causado un asombro inédito. El género se expande y se redefine, pero en el fondo conserva lo mismo: el impulso por contar la historia real del pueblo, entre la épica y el amor.


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